Las elecciones del domingo pasado dejaron eufóricos a los mercados y al equipo económico, y no es para menos: de todos los escenarios posibles, terminó siendo una inverosímil victoria, a la que ni el más férreo libertario aspiró. Pasados los abrazos, el equipo económico escuchó al presidente Milei invitando a los derrotados gobernadores a subirse al barco de la victoria, no sin antes ponerse el buzo violeta y entregar su provincia en 2027.
De nuevo se confirma el dicho según el cual “Argentina es el país donde mueren las teorías”. El gobierno no había dejado error sin cometer: sostener un candidato sospechado de vínculos con el narcotráfico hasta el punto de no poder sacarlo de la boleta, pelearse con absolutamente todos los gobernadores, quedando en extrema minoría en el Congreso y teniendo que vetar leyes “populares” (jubilados, discapacitados, Garrahan), llamar a la ayuda a Estados Unidos sin dar ningún tipo de información sobre el contenido de los acuerdos logrados. Milei suele hablar del error tipo 2, que es cuando uno hace todo lo que no hay que hacer, y aun así gana. De eso se trata en este caso.
Queda el interrogante sobre la interpretación política de lo que expresó el pueblo en las urnas. ¿El peronismo sigue pagando su último (mal) gobierno? ¿Ha roto sus vínculos con la sociedad en este siglo XXI tecnológico e inmaterial? ¿Los intendentes no jugaron? Dejaremos esas preguntas para los politólogos, sólo expresaremos lo que salió del focus group informal, eso que también llaman “charlar con la gente”: la cosa en los barrios anda muy mal, no hay un mango ni hay laburo, pero si perdía el gobierno esto se iba a poner peor.
Sin dudas, luego de la derrota del 7 de septiembre en la Provincia de Buenos Aires se prendieron todas las alarmas y se instaló el miedo a una crisis económica de amplitud. Los recuerdos del 2001 volvieron en cada charla de café y una editorial de un medio hegemónico será recordada por mencionar el camino de la asamblea legislativa.
Se pintó de verde
El gobierno enfrentó los primeros combates con dólares del Tesoro y del Banco Central, antes de llamar a los refuerzos de Estados Unidos. ¿Quiénes estaban enfrente, alistados para dar el combate final? ¿El peronismo aliado al comunismo internacional? ¿La mafia narco-chavista? ¿El especulador Citrone? No: el poderoso enemigo era la clase media argentina comprando dólares, gran parte de la cual votó el domingo pasado a Milei.
En efecto, luego del cambio de régimen monetario en abril de este año, al gobierno no se le ocurrió mejor idea que abrir el cepo a las familias pensando sin dudas que de cara a las campañas electorales sería fructífero. Creemos que lo fue: el acceso a los dólares debería considerarse como un derecho humano en la Argentina, y es la raíz de las propuestas de dolarización.
De hecho, las familias argentinas han ejercido ese derecho humano en elevada cuantía. El ignífugo Banco Central ha calculado que son más de un millón de personas que compran a razón de 3.000 a 5.000 dólares por mes por homebanking, y por lo tanto han reducido las reservas internacionales de Argentina por un valor de 18.000 millones de dólares entre el 11 de abril y el 31 de agosto pasado. En el mismo período, las exportaciones fueron de 40.000 millones de dólares, y el superávit de comercio de bienes fue de 11.000 millones de dólares.
Aún no hay datos oficiales de cuánto fue la Formación de Activos Externos (FAE, así se bautizó la compra de ahorros bancarios en dólares de argentinos) de los meses de septiembre y octubre, pero seguramente el verde es el color de moda para esta primavera 2025. Si nos referimos a las ventas del Tesoro, del Banco Central, del Tesoro de EE.UU. y el “aporte extraordinario” realizado por las cerealeras se puede calcular en 12.000 millones adicionales, de las cuales la mitad podrían ser FAE. En total, entre abril y octubre podemos hablar de una bella suma de 24.000 millones de dólares, sin dudas récord semestral de la serie que empezó en 2003.
Pasión argentina
Queda el interrogante sobre cómo termina esta historia luego de la victoria electoral. ¿Habrá un reflujo? ¿La clase media va a vender sus dólares tan merecidamente comprados? Aquí parecen debatir dos escuelas: la primera dice que la compra de dólares de los argentinos es una circunstancia electoral y la segunda dice que este problema es estructural.
La interpretación del “riesgo kuka” es la del gobierno argentino, y por extensión la del estadounidense. Si el gobierno gana las elecciones, ya no habrá más Formación de Activos Externos, lloverán las inversiones y el pago de las deudas no será un problema.
Todo eso dependía del resultado electoral y, luego de realizarse el sueño húmedo libertario de una rotunda victoria, la aceleración en la curva podría ser una línea a seguir. Ir por todo, contra los gremios, contra los jubilados, contra los gobernadores recalcitrantes: ofrecer el mercado para romper la sociedad argentina y su cultura, tan arraigada en conceptos nefastos como la solidaridad, la comunidad, el Estado presente, los clubes de barrio y, colmo de los demonios, su expresión política que es el peronismo.
Pero hay otra tesis, que piensa que el bimonetarismo es la esencia de los problemas argentinos. La clase media compra dólares, sin importar la tasa de interés, el superávit fiscal ni las elecciones intermedias. Se podría incluso realizar una historia económica argentina alternativa, en la cual en vez del eje sector industrial versus agropecuario, se pondría el eje sobre convertibilidad o no de la moneda, empezando desde el Préstamo Baring Brothers de Rivadavia y el posterior curso forzoso de Dorrego y Rosas.
¿Qué fue la convertibilidad sino la estabilización de la moneda a través de la institucionalización del bimonetarismo, posibilitando la tenencia de dos cuentas: en pesos y en dólares? Si en esencia la convertibilidad fue eso, más que el 1 a 1, entonces sólo salimos de la convertibilidad en momentos esporádicos: 2011-2015 y 2019-2025 para ser más precisos.
¿Qué es lo bueno de la convertibilidad? Que a los argentinos les gusta el dólar más que el dulce de leche, y con eso se ganan elecciones. ¿Qué es lo malo? Es un agujero negro de salida de divisas que termina, en el mejor de los casos, en el establecimiento de restricciones cambiarias (alias cepo) y en el peor de los casos en hiperinflación: solo recordaremos la unificación cambiaria de Pugliese en abril 1989. ¿Cuál es la solución? Uno tendería a pensar que es el cepo, pero te hace perder las elecciones.
Si esta segunda tesis es correcta, entonces la clase media seguirá comprando dólares y desvalijando las reservas, llevando el gobierno a una crisis externa de amplitud que complique absolutamente sus planes. Y como se demostró con el gobierno de Macri, ese tipo de situaciones también hacen perder elecciones. Conclusión: poniendo cepo o liberalizando el tipo de cambio, todos los caminos parecen llevar a derrotas electorales. Es un problema sin solución aparente.
Cómo sigue
Más allá de lo que ocurra con la Formación de Activos Externos, la economía se encuentra en una situación desastrosa: tasas de interés por las nubes, una demanda que no se recupera, un mercado de trabajo difícil para todo aquel que esté a la intemperie.
Las empresas no le encuentran la vuelta a una recesión que parece instalarse.
Las dificultades en el sector externo frenan toda posibilidad de crecimiento, y no parecen tener un futuro promisorio. Los precios internacionales de los commodities están en un pozo y las exportaciones dependen de los buenos resultados de las exportaciones agrícolas e hidrocarburíferas.
Si, como se estima ahora, el tipo de cambio va a seguir planchado, con una inflación creciente vamos a volver a vivir una pérdida de competitividad cambiaria que afectará a las empresas que compiten con las importaciones.
En las actuales circunstancias recesivas, las anunciadas reformas laborales, fiscales o previsionales no suelen mejorar la situación de los trabajadores, sino al contrario. Eso quedó bien demostrado por los estudios laborales de la convertibilidad: cuando más se flexibiliza el mercado de trabajo, más incentivos del empleador para tomar empleados precarios y desprenderse de los que les representan mayores costos.
Interpretaciones
La euforia financiera posterior a las elecciones puede ser muy mala consejera para un gobierno que no da pie con bola en la economía y encontró un gol político de casualidad. Aislar el resultado del 26 de octubre de su antítesis del 7 de septiembre es una garantía para no encontrar una síntesis correcta, tanto para el oficialismo como para la oposición.
El oficialismo debe entender que no se votaron sus políticas de la crueldad, sino que las clases populares salieron a votar el domingo pasado en defensa propia. Y se entiende perfectamente: las crisis de 2001 o del 2018/19 solo trajeron sufrimiento para las clases más humildes.
Si el gobierno interpreta la elección como un apoyo a sus ideas para poder continuar como hasta ahora es un tremendo error, y suponemos que lo va a hacer dado que el presidente parece inmune al análisis político y económico.
Para el peronismo en reconstrucción, no pareciera ser una elección tan mala ya que logró abroquelar el voto opositor. No obstante, quedó totalmente desdibujado en cuanto a proyección de ideas hacia 2027, y cuando se lo oyó debatir le costó salir de las interpretaciones canónicas.
¿Entiende el peronismo lo que ocurre en la sociedad argentina? ¿Entiende porque se les escapan los votos de los sectores populares? ¿Hace una buena interpretación de la crisis actual del capitalismo argentino?